¿Qué hacemos cuando crecen?

By Fabio Rose

Desde que nacen, los niños son colmados de atenciones, en ocasiones en exceso, privándoles de cierta libertad que les ayuda en su aprendizaje del mundo. Desde luego ningún padre nace sabiendo como ser padre. Es algo que te da la experiencia, la vida, unos comienzan más acertados y otros perdidos totalmente entre pañales y biberones. Debemos tener claro que lo principal son atender sus necesidades básicas de alimentación, higiene alimentaria/ sueño y salud mental.

Al principio la necesidades emocionales de los bebés son las que le ayudarán a relacionarse con su entorno, de ahí los lloros. Son su primer acto comunicativo.

Poco a poco, van mejorando su motricidad gruesa  y por tanto comienza su fase exploratoria por otras vías, a través del movimiento. En esta etapa es muy importante no privar al niño del movimiento facilitando espacios abiertos donde pueda moverse a sus anchas sin peligro y donde pueda acceder a materiales y productos adecuados para comenzar su comprensión del mundo.

Generalmente suelen ser juguetes, bloques, pelotas, etc. que le ayudarán en sus primeros aprendizajes: como el hecho de que al tirar algo se cae, se puede volver a coger, algunos botan y otros no, otros se rompen, el ruido que hacen, y un largo recorrido por texturas, sonidos, etc.

Sabemos, por tanto, que el juego es esencial en estos primeros años, se encuentran motivados y curiosean y ese es el primer factor para su conocimiento del entorno y del mundo que le rodea. Aquí es donde se demuestra que el juego forma parte esencial de un aprendizaje motivado y eficaz.

Pero quizá llega un momento de comienzo de la escolaridad, en torno a los 3 años (en ocasiones anterior, a través de las guarderías) donde parece que se hacen mayores de golpe. Se les imponen unas obligaciones de aprendizaje en  el centro, y por la familia, y como consiguiente  se deja de lado ese juego, esa necesidad emocional, etc.  Lo ideal para estos primeros momentos es compaginar la entrada en la escuela con espacios compartidos con los padres para que ellos se sientan seguros en el nuevo entorno.

Coincide además que van mejorando sus habilidades y son capaces de realizar muchas más cosas, pero esto no quiere decir que se tenga que forzar nada. Si el hijo de fulanita sabe leer con 4 años, olé, pero quizá mi hijo necesite más tiempo para ello y desde luego no veo adecuado ponerle a leer o escribir cuando ni siquiera son capaces de sujetar un lápiz con la fuerza que requiere. Quizá es el momento de desarrollar otras habilidades “más divertidas” porque, vamos a ver, sólo tienen 3-4 años. ¿Qué necesidad hay de hacerles escribir o leer con esas edad?

La impaciencia del sistema educativo y de muchos padres hace que los niños estén adelantando sus aprendizajes a costa de otros esenciales para su vida emocional.

Retomando el juego como elemento clave en el aprendizaje, vemos como, a medida que ascienden de nivel educativo, van perdiendo el interés y las ganas por aprender. El juego se ha relegado a la hora del recreo o a juegos dirigidos dentro del aula que en ningún caso son elegidos por los niños. Aquí empieza la caída.

Los niños acuden al aula porque toca, sin más, esperando y cumpliendo su horario “laboral” para que a ser posible al volver a casa, o al parque o a donde vayan después de la escuela, suceda algo novedoso, trepidante y divertido antes de tener que cenar y acostarse. Necesitan sentir que no se ha perdido un día más como borregos al matadero, necesitan saber algo nuevo, algo interesante, experimentarlo y saber, aunque sea inconscientemente que la vida es algo más.

Es cierto que resulta cruda la realidad pero es lo que nos ha quedado. Antes los niños jugaban en las calles, compartían muchos momentos y aprendían “travesuras”. Ahora del cole a casa y vuelta al cole. Porque realmente no tienen tiempo para nada. En el cole se pasan casi todo el día, más incluso si los padres trabajan y tienen que quedarse a extraescolares forzadas, no por gusto. Y cuando se acaba, llegan a casa, a hacer los interminables deberes, cenar y acostarse para rendir al día siguiente. Realmente ¿es este el planteamiento que quetemos? ¿queremos que las escuelas sean fábricas y educar obreros? Hay momentos en que parece que estemos criando a esos marcianitos verdes de Toy Story que se pasan el día diciendo “ El gancho….”

Está claro que el cambio educativo pasa por un cambio completo de mentalidad, esa con la que nos iniciamos al ser padres, cuando nacieron y veíamos en ellos un mundo entero de posibilidades. Ellos cambiarían el mundo, ellos lo serían todo, les daríamos todo. Eso que poco a poco y según crecen vuelve a cambiar. Porque el mundo no lo tienen que cambiar ellos sino nosotros, ahora,  para que ellos disfruten de algo mejor, porque ellos lo serán todo si les damos la oportunidad si quiera de pensarlo y no les “adoctrinamos en”, porque cuando dijimos que les daríamos todo también suponía sacrificar riqueza material por personal. Si tenemos un trabajo eterno donde nos pasamos el día entero y no da tiempo a cubrir medianamente sus necesidades cámbialo aunque te suponga menos dinero, es cuestión de organizarse, de reestructurar el hogar.

Ayudémosles a pensar su propia vida porque nosotros les hemos ofrecido todo para ello.  No caigamos en la creencia de que una buena carrera, un buen trabajo le hará feliz. NO ES VERDAD!!! Sólo, si él lo ha elegido con conocimiento.

A veces me dan envidia todos aquellos, generalmente en otras tierras, que se dedican al homeschooling. Tenéis que ver la cantidad de recursos que preparan para el aprendizaje de sus hijos. Sólo tenéis que echar un vistazo a cualquier tablero de Pinterest con esta búsqueda para daros cuenta de que es posible una educación de calidad dentro y fuera de la escuela, que podemos hacer maravillas con ellos y llegar incluso a lo que planteaba este niño en su discruso en las charlas TED. Y,  mirad ahí está, seguro de si mismo, con convicción y conocimiento. Ya podemos decir que le han dado todo para ser feliz, ahora realmente dependerá de él.

La vida es un largo camino, granito a granito llenamos la montaña, aprendemos lo que nos resultará útil para tener una vida plena. Cada uno aprenderá a su ritmo y le llevará donde le tenga que llevar, porque cada uno elige sus pasos. Depende tanto de la escuela como de los padres este proceso educativo donde formemos personas independientes y autónomas capaces de saber elegir, saber decidir y aprovechar todas sus cualidades, cuales sean, para construir su futuro. Mantengamos esa primera sensación, ese primer vínculo de cuando nacen y queremos todo, porque es posible si realmente lo creemos.

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